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El enojo tiene mala prensa

Foto del escritor: Victoria BrancaVictoria Branca

Actualizado: 8 jul 2020

El enojo tiene mala prensa. No está bien alterarse, mucho menos enojarse. Y, si por alguna extraña razón, un enojo nos alcanza y nos habita por un rato, hay que despacharlo pronto y que se note lo menos posible que anduvo visitándonos. Es que enojarse, además de promover arrugas indeseadas, rictus tensos y ojos saltones, no es aconsejable para la salud. Pero, ¿para la salud de quién?

El enojo es una emoción. Al igual que la tristeza. Al igual que la alegría. Enojarse es parte del abanico de emociones que pueblan el corazón humano. Querer ubicarla en una categoría inferior o pretender que sea un asunto de inmaduros,polvoritasycalentones, no hace más que ir llenando ese caldero psíquico infernal donde se cuecen a fuego lento y sostenido las emociones rechazadas.

Sonreírle a quien nos ataca no es una respuesta adecuada. Callarse ante un agravio o falta de respeto, tampoco. Tolerar excesivas demandas, acatar sumisamente los designios de otros, soportar en silencio el maltrato y el abuso... estos excesos deben necesariamente movilizarnos por dentro, aunque no nos demos cuenta. Cuando algo nos frustra, la reacción natural y sana de nuestro organismo es segregar adrenalina y noradrenalina y empujarnos a un estado de alerta y reacción. Pero cuando nos autoadiestramos para no registrar este circuito saludable en nosotros y nos imponemos una sobreadaptación forzada, nos convertimos en nuestro propioagente extrañocirculando a contramano por nuestro cuerpo y alterando el tránsito correcto y eficaz de nuestras emociones. Entonces ya no sabemos si estamos tristes o cansados. Si nos cayó mal la comida o ese comentario hiriente. Si nos desanima la política exterior o el desgobierno interior. Y perdemos la capacidad natural, instintitiva y sana de establecer límites y barreras externas para sostener y preservar el espacio propio e interno.

Enojarse sanamente es un arte. Darnos permiso para liberar la descarga que nos provocó algo o alguien y hacerlo sin daños colaterales es algo digno de aprender. No siempre enojarse con los demás es muestra de que algo no está bien. Un desacuerdo con otro puede abrirle la puerta a un acuerdo fundamental con uno mismo.


Victoria Branca

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